Torre del Mar, Málaga.

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Ya lo dijo Raffaella Carrá “perdida la inocencia en el sur se pasa mejor”.

Es mi segunda vez en Andalucía y en ambas ocasiones todo el tiempo se me venía esa canción a la cabeza, porque sí, porque en el sur se vive otra energía, se respira alegría y solo se ve color, aunque solo se esté mirando a un muro azul cuya única intervención sea la palabra “zorra” escrita por algún transeúnte que no tendría un buen día, o por alguna zorra que quiso plasmar con orgullo parte de su identidad. Como sea, hasta eso me generó cierta simpatía.

Debo admitir que tengo cierto favoritismo por los andaluces. Su acento, su amor por la fiesta, su alegría y ese no sé qué que transmiten al hablar o en su sonrisa, que por momentos parece que crece, que es única, como la de mi amiga Ely.

Mi primera aventura en el sur de España fue hace varios meses con fines fundamentalmente gastronómicos…bah!, ¿por qué tanto formalismo? , en resumidas palabras, fui a un congreso, a comer y a tomar vino.
En esta segunda ocasión, la razón principal de mi viaje – mejor dicho, nuestro viaje, porque en verdad éramos tres humanos y un perrillo- fue vivir la “Noche de San Juan” en Torre del Mar, que en mi caso, que como ya les he contado no tengo creencias del tipo religioso, fue honrar al Sol, celebrar el solsticio de verano y quemar mis deseos en la hoguera frente al mar, vestida de blanco creyendo con mucha ilusión que luego de un período largo lleno de dificultades, mi vida comienza otra vez. Quizá suene exagerado, pero estos tiempos coinciden con algo que considero, podría ser similar a un renacer para mi (aunque voy a ahorrarles los detalles tristes y aburridos de la historia).

Vamos a la parte que se que les gusta: Los chiringuitos o “restaurantes de playa” para quienes no conocían el término.

Tal y como acabo de contar, los chiringuitos son restaurantes que bordean las playas españolas. Los hay en casi todas las playas del mundo (o eso creo), pero a diferencia de los chiringuitos que yo conocía de la costa Argentina, estos están aún más dentro de la playa, a la misma altura siempre, por lo que uno se siente “mucho más allí”.

                         

Si tuviera que contarles acerca de los pro y los contra de estos lugares, empezaría por lo no tan bueno, y es que, me he llevado la impresión de que los empleados del servicio son contratados solo por temporada, por lo que muchas veces no tienen formación como camareros (además ya sabemos que mano de obra menos cualificada es igual a sueldos más bajos a pagar), por lo que a veces hay largas esperas y algunas confusiones en las tomas de los pedidos, aunque claro, no es en el 100% de los casos.

Pero estamos de vacaciones, tengamos paciencia porque también hay buenas noticias. Si bien no suelo elegir consumir animales acuáticos (esta es otra charla que no viene al caso), lo cierto es que las pocas veces que lo hago es solo en zonas costeras, porque si todo sale bien – como fue en esta ocasión – el pescado va a estar fresco y en su máximo esplendor (teniendo en cuenta que el pobre ya ha muerto), por lo que recomiendo aprovechar estos lugares para probar diferentes tipos de pescados y cocciones, aunque el método de cocción por excelencia es la fritura. Que por cierto, hablando de fritos, en el pueblo hay un sitio llamado “La Freiduría”, que no llegué a conocer, pero merece ser visitado sólo por llevar ese hermoso nombre.

Redondeando el asunto de los chiringuitos, en general he regresado con una buena sensación (mi favorito ha sido el Chiringuito Victoria por su comida y atención), pescados muy frescos, frituras muy correctas, buena sazón y para mi, el plato estrella y mi favorito, las berenjenas con miel: bastones de berenjena hidratadas en agua y cerveza, pasadas por harina, fritas y bañadas en miel elaborada a partir de jugo de caña de azúcar, una fantasía que saboreé escuchando de fondo las olas y “Ay Mamá” de Rigoberta Bandini…¿Qué más puedo pedir?.

                      

Tengo otras historias y anécdotas no culinarias para contarles de este viaje, pero no será en esta oportunidad, pues no quisiera cansarlos.

 En resumen, podría decir que prácticamente todo lo que he comido en Torre del Mar me ha hecho feliz, que en el sur de España se sirve mejor café a nivel general que en Madrid, que el helado (al fin!) ha tenido un nivel muy aceptable – aunque al helado argentino no hay quien pueda quitármelo del podio-, que luego de unas vacaciones con gente querida, no hay nada mejor que terminar la última noche cenando en la costa, yendo por unos buñuelos recién hechos con mucho dulce de leche para hacer la sobremesa en la playa, mirando al cielo, escuchando el mar y teniendo mágicas conversaciones sobre la infinidad del universo, la posible evolución humana a través de la muerte, seres que no vemos, robots en la luna, recordando días de pesca con papá en Valeria del Mar y aprendiendo que hay más estrellas en el universo que granos de arena en la Tierra.

                                                  

Ya lo dijo Raffaella…hay que venir al sur.

El dato gastro:

Chiringuito Victoria: P.º Marítimo Levante,9, 29740 Torre del Mar, Málaga.
Nosotros hemos probado el cazón adobado, rosada a la plancha con ajo, calamares fritos, langostinos al Pil Pil, el surtido de croquetas (de merluza, de huevos con chorizo y de cocido) y las berenjenas. Ya saben que AMÉ las berenjenas, pero todo el resto estaba muy bueno y creo que todos hemos coincidido en que el cazón fue lo más interesante en cuanto a los platos de pescado.

Buñuelos: Vi a dos personas en la zona haciendo buñuelos (son puestos callejeros, como a mi me gusta), compramos dos veces en el mismo lugar  porque estaban fantásticos y queríamos repetir la misma experiencia. No podría dar la ubicación exacta, pero yendo desde la playa hacia adentro del pueblo, a la altura del comienzo del Paseo de Larios, hay una señora muy maja friendo los buñuelos especialmente para cada cliente en el momento. Recomendación, BUSCAR A LA SEÑORA.

 

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